domingo, 30 de mayo de 2010

Cotufas en el golfo



29 de Mayo de 2010 - 15:51:06 - Luis del Pino

Entradilla al programa Sin Complejos del 29/5/2010

La máquina de hacer palomitas fue inventada en 1885 por un estadounidense, Charles Cretors, aunque la costumbre de comer palomitas en el cine no se generalizaría hasta 1912.

Pero las palomitas de maíz se conocen desde muchísimo tiempo antes, como se ha podido comprobar por las investigaciones arqueológicas. En concreto, los indios americanos las consumían ya en Colombia hace la friolera de 7000 años.

Las palomitas de maíz se conocen con muchos nombres diferentes en los distintos países hispanoamericanos. Así, en México o en Costa Rica se dice palomita; en Bolivia, pororó (que es una palabra de origen guaraní); en Cuba, rosita; en Ecuador, canguil... Y así varios nombres más, como pochoclo, pururú, ancua, poporocho, poporopo, pipoca, carnita, crispeta, roseta, canchita o gallito.

En España utilizamos la palabra palomita, pero, dependiendo de la región, a la palomita también se la llama crispete, rosca, tostón, rosa, roseta, flor, paloma o pajareta.

Y también se usa en algunas zonas de España una palabra de origen venezolano: en la tierra del bananero Chávez, a las palomitas se las llama cotufas de maíz.

Ese significado de la palabra cotufa nada tiene que ver, por cierto, con una famosa expresión - "buscar cotufas en el golfo" - que ya utilizaron Cervantes o Mariano José de Larra. En esa expresión, la palabra cotufa se emplea con otra acepción y se refiere a un tipo de tubérculo: la famosa chufa, con la que se hace la horchata.

Así pues, la palabra cotufa puede significar tanto palomita de maíz como chufa, dependiendo de la región de España en la que nos encontremos. Por su parte, la expresión "buscar cotufas en el golfo" viene a significar lo mismo que "pedir peras al olmo", es decir, buscar un imposible.

Buscar cotufas en el golfo sería, por ejemplo, pretender que Zapatero dimita de buen grado. Las peticiones de dimisión se acumulan ya sobre su mesa, procedentes de todos los sectores. Le ha pedido que dimita el PP, se lo ha solicitado CIU, se lo exigen centenares de miles de españoles a través de grupos creados en Internet, se lo imploran columnistas y opinadores de todas las tendencias...

Por pedírselo, se lo ha pedido ya hasta Miguel Ángel Aguilar desde las páginas de El País. Pero Zapatero ha hecho de la resistencia a ultranza su lema y, a este paso, vamos a tener que despegarle de su silla con aguarrás.

Porque otra cosa no, pero en España lo que no escasean son golfos, con o sin cotufas, de modo que Zapatero continúa encontrando todavía asideros para tratar de resistir un día más, no sabemos a cambio de qué. Así, por ejemplo, Unión del Pueblo Navarro ha acudido solícita a socorrer a nuestro amado presidente en la votación celebrada en el Congreso para convalidar el decreto ley del tijeretazo presupuestario. Supongo que UPN tendrá que explicar ahora a todos sus votantes cómo es posible que el voto del electorado conservador de Navarra se haya utilizado para retrasar la derrota final de Zapatero.

De todos modos, resulta dudoso que el inquilino de La Moncloa pueda resistir mucho más tiempo de esta forma, porque los golfos tienen en común con las cotufas que necesitan riego en abundancia. Y mucho me temo que las cisternas del tesoro público están ya más secas que la mojama.

En fin, que no hay que ser muy avispado para intuir que esta película de pícaros y buscavidas titulada "Presidente Zapatero" va a terminar resolviéndose en drama. Hubiera debido la película acabar hace mucho tiempo, pero el guionista es francamente malo, de ésos que no parecen encontrar la manera de terminar el guión.

Y el público se desespera, y se revuelve en su asiento, e intuye que nos van a sorprender con alguna traca final completamente inverosímil, de donde no va a salir bien parado ni el apuntador.

Sea como sea, les recomiendo que hagan como yo: cómprense un saco grande de palomitas, de rosetas, de cotufas, de crispetas, o de lo que quiera que ustedes las llamen; sírvanse una cerveza; arrellánense en su sillón favorito y dispónganse a contemplar lo que queda de película y a ver cómo se las apaña el guionista para escribir el desenlace.

Tengan ustedes por seguro que será un desenlace muy poco edificante, en el que los ajustes de cuentas entre sectores se sucederán a un ritmo cada vez más vertiginoso. Pero creo que todos estaremos de acuerdo en que, sea como sea, será un final feliz.

Porque, por muy soporífero que sea el guión, tratar de encontrar hoy un español que no se alegre de que Zapatero abandone de una vez La Moncloa, sería también como buscar cotufas en el golfo.

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